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Soberanía negociable

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


Alejandro de Anda

CLAROSCURO

“No te afanes alma mía, por una vida inmortal; pero agota el ámbito de lo posible”. El Mito de Sísifo. Albert Camus.

LO CLARO. El ‘volteado’ mundo del comercio, genera altas expectativas de aplicabilidad de destrezas respecto a los desastres ocasionados por la pandemia global COVID-19.

México se encuentra intrínsecamente enlazado en su economía al mercado internacional.

La frontera del norte especialmente, mantiene una hegemonía en términos de industria manufacturera que inclina la balanza comercial en ese sentido.

La logística de intercambios sufre alteraciones que deben ser analizadas desde el punto de vista académico para encontrar soluciones y mejoras.

La Universidad Autónoma de Tamaulipas, en concordancia con sus pares del Valle de Texas (Texas Southmost College) y las autoridades gubernamentales y de comercio de ambas regiones de México y EE.UU, promueven un Segundo Simposio Binacional en materia de Comercio Exterior que analizan los impactos de la pandemia y sus repercusiones en la cadena de suministros.

LO OSCURO. Quizá sea una temática utópica que en la globalización actual dominante del planeta, hablar de soberanía nacional nos haga bostezar ante una impráctica fórmula de gobernanza.

Comenzamos de nuevo. La soberanía nacional, más allá de los términos jurídicos que definen a ésta como “el poder que reside en el pueblo y que es absoluta, inalienable, perpetua”, etc.

La versión que nos interesa se refiere a la necesidad de cada país de establecer criterios sobre sus riquezas y territorio en virtud de su autonomía –alimentaria, energética, militar, económica, tecnológica- ha sido la lucha permanente que, desde la independencia de la Corona Española, nuestro país derramó sangre y vidas para garantizar esa libertad que ‘de a pocos’ retornamos por medio de préstamos de bancas internacionales y otros empréstitos a potencias extranjeras (dícese EE.UU) para perder por completo amparados por la globalización, la potestad de esta nación.

Sí, es utópico pretender como desde el principio, hablar que ‘el petróleo es de los mexicanos’, cuando resultó que esos mexicanos tenían nombre y apellido (Cárdenas, Beltrones, Calderón, Mouriño, Alemán, Hank, Aspe, Lajous y por supuesto, Lozoya).

A pesar de que el discurso es uno, nacionalista, de corazón partido por su patria y la realidad es otra, la pelea no debería dejarse nunca de lado.

La soberanía es el único atributo que nos permite seguir siendo libres. Aunque ya debamos hasta lo que nos dieron por salir a votar.

Imagine usted cualquier conflicto de orden mundial; póngale de ejemplo un virus que ataque la salud humana y ponga en riesgo a la población total.

Aquél que es dueño en el país que se imagine -digamos en una nación ficticia llamada México-, donde un conglomerado de empresas son las cabezas del combustible y sus estaciones de distribución.

Y deciden no vender por estrategia su producto para elevar el costo y por ende, poner condiciones al gobierno de esa nación.

O al que produce alimento y lo acapara.

O el que es dueño del tendido de redes de comunicación que enfatice “Todo México es territorio azul”.

Representaría una vulnerabilidad total al país que estuviera a merced de los controladores mencionados. Ocupación, guerra, control del poder.

Así se establecen criterios en la Constitución que garanticen a los pobladores mantener el control gubernamental del 51% de cada renglón estratégico que puede ocasionar en manos de pocos, un conflicto de soberanía e independencia.

El gobierno tiene la obligación de dar a su población todos y cada uno de los elementos que brinden satisfacción de vida plena.

Alimentación, movilidad, salud, educación. Esos renglones se otorgan licencias de comercio en su caso, que permitan a los prestadores de servicios dar a la sociedad los insumos con la licencia gubernamental.

Pero el rectorado debe permanecer en el Estado.

Así funciona la soberanía.

Hoy está en riesgo una más de esas garantías que gobierno tras gobierno han menguado hasta otorgar control absoluto a unos pocos de las áreas estratégicas.

No importa el color del gobierno. No importa que sea moreno, azul, verde o cualquier otro. Tampoco el nombre del prócer que lidera la silla gubernativa.

Hoy le toca a AMLO, pero no es su figura lo trascendente. Ponga el nombre que usted elija…

Es obligado que cada jefe en turno debe ser el celoso cuidador de la soberanía de México. Por encima de intereses particulares.

La reforma energética tiene grandes beneficios que permiten competitividad y desarrollo.

Sin embargo no debe el país perder su tutela y regulación. Por encima de gobiernos y de intereses particulares.

La reciente visita de emisarios gubernamentales de EE.UU. recibidos por Ebrard, tiene el oscuro tinte de dar marcha atrás a la contrarreforma que se impulsa desde el legislativo para desdeñar la participación de empresas extranjeras en generación de energías limpias, que atentan contra lo signado en el Tratado de Libre Comercio (con sus nuevas siglas).

Órdenes veladas que protegen sus intereses y afectan los nuestros, so pretexto de no mancillar los acuerdos de París respecto a energías limpias y el cambio climático.

La integridad y soberanía del país, no se negocia.

COLOFÓN: En el siglo XVII en Europa, la iglesia era el principal opositor de la soberanía de las naciones, pues aquella tenía presencia en más de un país y los gobiernos establecían límites contra la dictadura eclesiástica.

Hoy los poderes globalizados están en manos de otro tipo de religión, que tendría más que ver con billetes verdes. “In God we Trust”.

alejandrodeanda@hotmail.com

@deandaalejandro

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