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El secreto de Bartlett: anular la elección de 88 para ser candidato

(Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa)


INDICADOR POLÍTICO

Carlos Ramírez

La elección presidencial de 1988 fue, vis a vis, un preludio de la de 1994: una “disputa tremenda por el poder” –como dijo Salinas de Gortari– entre históricos contra tecnócratas. En este escenario se debe analizar la caída del sistema de cómputo el día de las elecciones de 1988 y el pacto PAN-Salinas para conseguir el voto en la calificación de las votaciones presidenciales.

La disputa por la candidatura presidencial en 1987 no fue entre Salinas y Cárdenas, sino entre Bartlett y Salinas, el primero representando el grupo político histórico del PRI de Mario Moya Palencia que perdió la presidencia en la sucesión de 1976 ante López Portillo y el grupo de De la Madrid y el segundo representando la consolidación de los tecnócratas en la continuidad De la Madrid-Salinas.

El presidente de la Madrid en 1987 nunca dudó el preferir a Salinas como su sucesor, pero dejó lastimado a Bartlett, quien había sido su asesor político desde 1979 para ganar la candidatura en 1982. Como secretario de Gobernación, Bartlett estaba encargado de toda el área electoral y allí ocurrió una de las disputas previas a la caída del sistema: el desplazamiento de los operadores electorales de Bartlett para sustituirlos con los operadores de Salinas encabezados nada menos que por Joseph-Marie Córdoba Montoya.

La crisis electoral ocurrió por la decisión de Bartlett, avalada por el presidente de la Madrid, de contener la difusión de los primeros datos de la periferia que estaban beneficiando a Cárdenas y esperar la llegada de votos fuera de ese espacio político que estaban perfilando a Salinas. El sistema electoral entonces era primitivo y presidencialista. Sí existió una operación electoral manipulando computadoras, como lo reveló el reportero Yuri Serbolov en El Financiero presentando claves y datos de un sistema espejo controlado en los sótanos de Gobernación.

En este contexto, la caída del sistema de cómputo afectó la credibilidad de las elecciones, pero la intención de Bartlett era la de ensuciar el proceso para construir las condiciones que llevarán a la anulación electoral. De haberse dado este escenario, Bartlett habría sido el candidato para una repetición electoral, toda vez que el país estaba efervescente de inestabilidades por las protestas.

La intentona de anulación fracasó por la negociación de Manuel Camacho Solís con el líder panista Luis H. Álvarez para obtener el voto de calificación en el Congreso a cambio de un pacto político, Bartlett se convirtió en un conflicto dentro del espacio de crisis de poder de 1988-1989. Salinas le dio la Secretaría de Educación Pública sin instrumentos de poder y luego Córdoba Montoya operó en Puebla la nominación de Bartlett como candidato a gobernador del PRI.

Como buen político priísta, Bartlett se subordinó sin complejos ni reticencias al impulso y la consolidación del régimen neoliberal de Salinas. En el gobierno de Zedillo, Bartlett se apuntó como precandidato presidencial del PRI para el 2000, pero las maniobras presidenciales vía el operador Fernando Gutiérrez Barrios le cerraron las puertas y perfilaron la mediocre candidatura de Francisco Labastida Ochoa para cumplimentar la alternancia que exigía el gobierno de Clinton y que era determinante para impedir el regreso del populismo priísta a la presidencia.

Bartlett sí tuvo la posibilidad y la capacidad para operar sin incidentes la victoria de Salinas, pero perdió el control del aparato electoral por la intervención de Córdoba Montoya, Camacho y Fernando del Villar –director del CISEN en 1990–, pero vio la oportunidad de desarticular la credibilidad electoral. En ese momento estalló la viabilidad del modelo de la Comisión Federal Electoral controlada por Gobernación y se reventó toda la estructura tergiversada del padrón electoral que siempre beneficiaba al PRI.

En las circunstancias reales, Cárdenas nunca tuvo posibilidades de ganar las elecciones; los cálculos más sensatos perfilaban, en todo caso, una elección para el PRI más cerrada de alrededor de 40%-45% con una votación cardenista de alrededor del 35%-40%. El candidato panista Manuel J. Clouthier siempre fue el candidato de la ultraderecha alejada del ánimo de los votantes y la candidata de izquierda Rosario Ibarra de Piedra se ofreció una figura simbólica.

La revisión del 88 debe trascender el modelo del fraude alrededor de la caída del sistema y centrar las indagatorias en la intención de Bartlett de propiciar la anulación de elecciones para emerger como nuevo candidato priísta.

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Política para dummies: la política es la zona oscura de los hilos del poder.

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