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DOMINGO DE RESURRECCIÓN

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DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Por Ernesto Parga

Es domingo de resurrección y ahí está el higo milenario, señor de mil batallas que me acompaña, me escucha y aconseja como antes al egipcio, al fenicio, al griego y al romano.  Yo ahora, bajo su fronda sabia que me cubre como un cielo verde,  escribo estas líneas. 

Es Domingo de Pascua y en la espera de los convidados, suena en la bocina Paloma San Basilio que canta de su Sueño Imposible: 

♪♫Saber enmendar el error
Amar con pureza y
Creer en un sueño imposible
Con fe una estrella alcanzar

Ese es mi afán ♪♫

La acompaña el melódico crujir de la leña de la buganvilia de mi vecino, que sucumbió a la helada. El higo no, él está ahí sempiterno y verde. 

El patio luce triste, tras los estragos del clima, los árboles grandes se han podado para ayudarles, quitando lo que ha muerto, a que recobren su follaje, su forma y su misión. 

Cada mañana, desde la helada, salgo al patio y recorro uno a uno los añosos troncos que me han dado sombra y fruto durante tanto tiempo, a contraluz busco los rebrotes como un gambusino de pepitas de esperanza, busco el botón aquel que indique que la vida pugna por seguir.  Y el higo el primero, ya verde desde hace días, sobrepuja a todos en vitalidad, en fuerza. 

Metáfora y ejemplo… ¿tal vez?  No importa tanto cuántos años tengas; sino cuánto quieres seguir viviendo. El imponente nogal, el guayabo del que cuelga la hamaca y el novel tamarindo batallan por seguir siendo verdes, por cumplir con su destino. ¿Quizá otra metáfora?

Y en el alto nogal desprovisto aun de verde, casi a la intemperie dos palomas se acurrucan acercándose su calor, ellas saben, quizá mejor que nosotros, que solo se tienen a si mismas. 

Yo sigo en el patio, bajo la higuera fiel, y mis pensamientos, en lo que llega la visita, son los pensamientos de otros. Qué piensa mi mujer ahora que a la niña le han salido alas y quiere alargar la mano en pos de su futuro; y qué piensa ella en sus 18, ¿no hay espacio para el miedo?

♪♫Un día como alegres golondrinas
Se irán volando por cualquier ventana
A descubrir del río la otra orilla
Y a conocer del mundo la otra cara♪♫

Y la sacudida del doble golpe de contento y miedo me hacen, como en fuga, ir a buscar más leña. Pero todo va conmigo, va mi mujer y va mi niña, y van los otros, en qué piensan ellos, ¿cuáles son sus temores? Como la vieja higuera que, no teniendo tiempo para reposar, debe dar su sombra, y también su fruto. ¿Qué tengo que hacer por ellos para ser su higuera?

Y el hijo ausente llama y su voz aniquila la distancia, está aquí de nuevo en la magia del amor, y le cuento de su patio, de sus árboles, de las minucias grandes de la vida, del verde presente y del verde que llegará, de lo que comeremos, de cómo lo prepararé, le cuento todo con detalle. Yo creo que los detalles son a la vida lo que las estrellas al firmamento. 

 Es domingo de resurrección y yo quiero ser su higuera. 

Yo tuve una higuera, yo tengo aun mi higuera presente en la distancia de los cielos, yo crecí bajo su tupida fronda de generosidad. Padre higuera, padre mío.   Ojalá yo sea, alguna vez, tan solo la mitad de esa higuera. 

El frio aire de la tarde cruzado por el sol es una señal más, es otro símbolo, así como la nostalgia es simultáneamente dulce recuerdo y espina que pincha el corazón.  Hoy es domingo de resurrección y el pasado impulsa mi presente, porque solo se resurge enteramente cuando se camina bien provisto del ayer. 

Los convidados llegan, me sacan de mi divagación, agradezco su presencia,  dejo la amable sombra y me pongo en el asador manos a la obra, que es domingo de resurrección y Él vive. 

 ¿Vivirán también en nuestros corazones sus enseñanzas con rebrotes nuevos de esperanza?