Declarado infundado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) el juicio de inconformidad de promovido por Andrés Manuel López obrador para invalidar la elección presidencial, legalmente Enrique Peña Nieto ya es Presidente electo de México, por tratarse de sentencia definitiva e inapelable.
Está visto que la tesis que prevaleció para el TEPJF fue que Peña Nieto ganó la Presidencia porque obtuvo más votos que López Obrador y que Vázquez Mota, aun cuando la percepción de la izquierda y de la mayor parte de la derecha panista es que la elección fue más comprada que ganada, opinión que fue desestimada por el Tribunal.
De tal manera que a los magistrados nada de lo sucedido y observado durante las campañas electorales suscitó la reflexión crítica, la opinión inteligente, todas las pruebas ofrecidas resultaron insuficientes, generales, vagas e inutiles. En su lógica la elección se caracterizó por su equidad, imparcialidad, libertad y legalidad.
Cabe señalar que a los magistrados Salvador Nava y Flavio Galván les ganó sus ansias de torero ya que aun antes de la calificación de la elección, declaraban a EPN presidente electo, solo les faltó lanzar porras, canticos tipo hinchada argentina en honor del nuevo tlatoani, tal vez actuaron con el estomago, con la mira puesta en los ministerios de la Corte suprema.
Aquí viene a cuento aquel refrán de que “el juez por su boca muere”, por lo que los magistrados del TEPJF no quedaron exentos de esto, formando parte de lo que Carlos Monsiváis llamó “ballet folklórico del estado de derecho” porque se han dedicado al duro arte de la coreografía institucional, que es una estampita increíble de la cuasi democracia.
De todo ello se desprende que los magistrados con su fallo sepultaron la igualdad política, como el más grande de los valores de la democracia, y el de la equidad electoral como uno de los principios indispensables para la existencia de elecciones libres, auténticas y democráticas.
Por su parte López Obrador está consciente de que esa batalla jurídica política ya está perdida legalmente porque ya es cosa juzgada, ahora su disyuntiva es decidir sobre la oposición al gobierno de Peña Nieto mediante la resistencia civil, o el de la dignidad moral.
Vemos por tanto, que López Obrador sabe que para muchos mexicanos Enrique Peña Nieto ganó gracias a recursos de campaña y coberturas mediáticas extralegales y que también muchos votaron por él de igual forma.
De ahí que Andrés Manuel debería hacer una reflexión de ética política frente a la adversa esperada e inapelable resolución del TEPJF. Es explicable y justificable la indignación pero debería tomarse como una confirmación de los males que aquejan a un sistema político en descomposición.
Por tanto la opinión pública veria con buenos ojos un movimiento de resistencia pacífica de izquierda, si tuviera por objeto mejorar los procesos electorales futuros, elevar las penas a los gastos de campaña, publicidad extralegal y la responsabilidad del desempeño y prácticas de los funcionarios el IFE y el TEPJF, porque muchos mexicanos desean procesos electorales limpios y auténticos.
En cambio si el movimiento de protesta tuviera como finalidad la anulación de las elecciones y el boicot al gobierno de Peña Nieto, la derrota sería estrepitosa y López Obrador perdería la oportunidad de edificarse como protagonista del futuro.
En esas condiciones y a una semana que transcurra para que AMLO tome la decisión, la resolución del TEPJF se hará noticia vieja, término que servirá a Peña Nieto para fortalecer su imagen presidencial, dará a conocer su equipo de transición y se tomara la foto con actores económicos políticos, y sociales, inclusive con algunos miembros del PRD.
En definitiva al margen de que para AMLO el Tribunal electoral distó de ser un órgano imparcial para haber fallado en contra de los intereses del sistema, las preguntas obligadas que surgen son ¿Andrés Manuel López Obrador generara conflicto post electoral o será el protagonista del futuro? ¿Enrique Peña Nieto hará un gobierno Autoritario o democrático?
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