México-EU: del Memorándum Negroponte a Trump-imperio

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INDICADOR POLITICO

Por Carlos Ramírez

Aunque ha sido tomada como una broma de mal gusto muy a su estilo, la afirmación del próximo presidente Donald Trump de que estaría buscando anexar a como estado 51 de la Unión americana tiene una lógica expansionista que involucra también las presiones de la seguridad nacional estadounidense contra México para evitar la permanencia del enfoque nacionalista en su vecino del sur.

La debilidad geopolítica de Estados Unidos ha tenido que ver con la existencia del Tratado de Comercio Libre con Canadá y México, sobre todo porque convirtió las dos líneas fronterizas –en el norte y en el sur– en debilidades de seguridad por la facilidad con que cruzan los productos del comercio libre y personas.

En términos geopolíticos, Estados Unidos se siente con México y Canadá como Rusia en el caso de Ucrania: una vecindad fronteriza que rompe la línea roja del muro simbólico entre el imperio ruso por –y ese fue el motivo de la invasión– la incorporación de Ucrania al bloque militar-geopolítico de la OTAN. Para EU, el adversario chino ya está a las puertas de sus dos fronteras con la droga y el comercio.

Las presiones de Trump sobre México por el T-MEC tienen que ver con el contenido del Memorándum Negroponte –comentado en esta columna cuyo texto íntegro ya fue publicado en El Independiente–, porque ahí se definen las verdaderas intenciones estadounidenses: subordinar a Canadá y México al mercado americano, derrotar de manera absoluta la política exterior nacionalista de México que a veces contradecía los intereses de seguridad nacional de Washington y sobre todo consolidar la

contrarrevolución neoliberal de Carlos Salinas de Gortari que representaba al mismo tiempo la asunción de México como una especie de Estado libre y asociado americano.

Estados Unidos como imperio nació en expansionismo territorial del siglo XIX y se consolidó de manera geopolítica con la imposición de su estrategia de seguridad nacional los en el lapso de los 14 puntos de Wilson en 1918 a la guerra de Vietnam en los setenta. Como hegemonía en modo del Peloponeso de Tucídides –Esparta atacando a Grecia–, Estados Unidos se quedó como imperio único después del desmoronamiento y desaparición de la Unión Soviética, pero coincidió con el inicio del periodo de globalización comercial que le arrebató a EU el dominio económico del capitalismo por la dispersión de los mercados,

México respondió a las expectativas de subordinación económica y productiva con la aplicación del Tratado en modo de desindustrialización de la planta productiva para convertirlo solo en aportador de bienes primarios de un mercado de consumo de 130 millones de personas, pero el enfoque de recentralización de la economía estadounidense que trae Trump desde 2016 requiere que la dispersión de la planta productiva a México y Canadá regrese al territorio estadounidense.

El proyecto de mercado libre de Salinas de Gortari nunca tomó en cuenta la posibilidad de que México se convirtiera en una nueva potencia industrial, y por ello aplicó la liberación absoluta de las fronteras comerciales para la libre importación de productos americanos que hicieron quebrar cadenas productivas completas y dejaron a México como una economía subordinada a los intereses de EU. Ahí, en esa decisión, se consolidó el Tratado en modo del Memorándum Negroponte: neoliberalismo y geopolítica mexicana articulada a los intereses de Washington.

El proyecto populista de las 4-T carece de una propuesta alternativa a las dependencias y a los intereses productivos de EU y solo defiende a capa y espada la capacidad soberana de definir una política de subsidios sociales a su base electoral, sin tener ningún proyecto industrial ni menos aún interesada en algún acuerdo de reconstrucción económica con el sector privado mexicano, de suyo desnacionalizado, en

modos de contratista gubernamental y también sin un nuevo proyecto de desarrollo industrial.

En este contexto, Trump tiene claro que la reconstrucción –en su discurso ideológico– de la grandeza de Estados Unidos pasa por anular su dependencia del Tratado con Canadá y México y tiene como prioridad la reconstrucción nacional del imperio empresarial de producción industrial y agropecuaria.

En este contexto, el tibio nacionalismo defensivo de López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo y el pasmo en modo de pánico político del premier canadiense Trudeau estarían expresando la inevitabilidad del proyecto de reconstrucción imperial de Trump a partir de la redefinición e imposición autoritaria de los intereses geopolíticos y de seguridad nacional de Washington primero sobre sus dos precarias fronteras y luego sobre el continente americano, sobre todo por los indicios de la penetración China y Rusia contra la doctrina Monroe de “américa para los americanos” (EU).

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Política para dummies: La política se hizo para hacer política.

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