Confieso que soy católico de herencia, bautizado, a veces voy a misa, soy Guadalupano y creo en un Dios que no se si se parezca a la imagen que nos han inculcado pero que es mucho más milagroso a lo que piensan los mismos religiosos.
Pero por una extraña razón poco aprendí a creer en los curas o los padres, como tampoco creo en los pastores, ministros o como se les llame en otras religiones, siempre los vi como lo que son, hombres, algunos incluso que se hartan de pecar, personas que en la iglesia acosan a los homosexuales por ser una “aberración” pero en lo privado de sus vidas disfrutan de esas experiencias, o a los que sus leyes les piden guardar celibato pero hacen vida marital, tienen hijos, parejas a las que incluso golpean o llegan a quemarle sus pertenencias por rebelarse a su autoridad.
Desde siempre, me ha parecido un exceso que una persona a la que llaman Papa utilice un bastón, un anillo, o una especie de corona que valen el presupuesto de todo un Estado, que al venderlas y vivir hacer vivir a esa persona en la humildad, como lo pide Dios, bien le pueden dar de comer a cientos o quizá a miles de personas que se mueren de hambre en el África e incluso en pueblos de nuestro México, y sin embargo a todos esos curas, al Papa, a sus Obispos se les agradece que lleven la palabra de Dios a las personas, hay que agradecerles que a veces son capaces de dar paz a quienes en ellos creen.
Todo esto viene a colación porque a nivel nacional se informa que se van a gastar 75 millones de pesos para recibir a Benedicto XVI a partir del 23 de marzo en León, un insulto dicha erogación si tomamos en cuenta que en México hay 50 millones de personas viviendo en la pobreza, que tenemos escuelas más que deterioradas, o que en este momento parecemos rehenes de la delincuencia por, precisamente, no existir suficientes recursos para su combate.
Más triste es que la jerarquía católica, esa que le digo traga santos para “hacer” diablos, en busca de justificar dicho dinero que se va a tirar a la basura salgan con la jalada de que “probablemente la visita de Su Santidad nos devuelva la paz”.
Es verdad que a este México le hace falta paz espiritual, también es verdad que somos 90 millones de católicos, pero es una mentira que con la visita de El Papa las cosas vayan a cambiar de la noche a la mañana, no se vaya a registrar un bombazo más, o se acaben las ejecuciones, levantones, y otros delitos.
Malo, muy malo para los mexicanos que una de las figuras en las que confiamos nos salgan con esa clase de chistes macabros, que pretendan vernos la cara, que se comporten como los políticos que en campaña ofrecen hasta lo inverosímil con tal de ganarse un voto.
En lugar de eso bien haría la iglesia católica en ofertar sus pertenencias para organizar una visita de ese tamaño, o en el peor de los casos, que utilicen los recursos de los feligreses para que las cosas salgan lo mejor posible.
También haría muy bien el gobierno federal, el estatal de Guanajuato, y el municipio que va a recibir al Papa, preguntarle a la gente si quieren que se tire todo ese dinero a la basura o prefieren que se invierta en salud, educación, seguridad pública, acciones de vivienda, o de desarrollo social.
Pero además, es un hecho que no habrá paz porque mientras el pueblo pide se acabe la impunidad y el gobierno presuntamente hace lo posible por que así sea, es la misma autoridad la que viola la Constitución y otras leyes al invertir recursos de todos nosotros en un evento religioso.
Es decir, esa paz que dicen los jerarcas católicos “probablemente se recuperara con la visita de El Papa”, no podremos obtenerla mientras la autoridad federal violente la ley y promueva la impunidad desviando recursos públicos a eventos de carácter religioso privativos a una agrupación.
Y bueno, bien harían todos los católicos que son fanáticos de estas personas predicar con el ejemplo, que ya no hablen tanto de Dios si no que hagan lo que dice Dios, que en lugar de gastar tanto en propaganda, cartelones, y otros motivos religiosos los lleven en forma de despensas a las colonias, a los ejidos donde hay hambre.
En resumen, la iglesia, nuestra iglesia, debería comportarse a la altura de sus feligreses, ser más razonable, no permitir que el gobierno desvié recursos aunque sea para beneficio de ellos, pero sobre todo, ser más honestos, no engañar a la gente ni decirle que la visita de EL PAPA nos regresará la paz, que si es una bendición, que será una bendición el reunir a tantos y tantos a orar por nuestra paz, pero que finalmente Dios dispondrá porque como siempre se hará su voluntad en la tierra como en el cielo.
Para concluir, que no mientan los de la iglesia católica, que no se comporten como políticos porque, créalo, de eso también ya estamos hartos.
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