SENCILLITO
Por ALBERTO RODRIGUEZ ROMERO
Quienes hemos tenido la dicha de nacer en México y somos de la generación de los 60’s, recordamos nuestra niñez con mucha alegría y añoranzas de esos tiempos de actividades físicas al aire libre, lejos de la violencia y la delincuencia.
Recuerdo, cómo casi les aseguro que fue a todos los de nuestra generación y a la de la siguiente década, que bastaba una sola mirada de nuestra madre para saber que estábamos equivocándonos en nuestro comportamiento.
Y el trayecto para llegar a casa se nos hacía larguísimo, inmersos en un silencio que nos gritaba cómo nos iba a ir llegando a casa, por no hacer caso a la mirada severa de mamá.
Yo no recuerdo haber hecho acciones en mi niñez que merecieran un castigo ejemplar por no hacerle caso a mamá, mucho menos por burlarme.
Todo eso se fue perdiendo con el tiempo y con el proteccionismo de nosotros como padres para que nuestros hijos tuvieran mejores oportunidades.
Ese fue nuestro error, ahora nos rezongan, nos desoyen y lo peor, ni permiso nos piden para salir o hacer actividades, ya solamente recibimos informes y eso si nos damos cuenta.
Eso está pasando en el actual gobierno del cambio, a pesar de que el gobernador se comprometió a que se iban a erradicar todas las acciones que no tuvieran que ver con el buen servicio al usuario, parece ser que a los nuevos funcionarios, les vale más que pura madre.
Así, la directora de Recursos Humanos de la Secretaría de Administración, decidió dejarse apapachar por sus empleados con una fiesta en el piso 19 de la Torre Bicentenario.
Usted mi querido lector dirá que es algo normal que a los altos funcionarios se les haga un pequeño festejo en las fuentes de trabajo, ¿pero meter mesas y sillas de banquete, adornar con globos toda la oficina? Cómo dice la juventud en las redes sociales “¿Qua hasta pasandaaaa?