UN MOMENTO DE SILENCIO

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DE CULTURA Y MÁS…
Por Alejandro Capistrán

¿Sabes? Muy dentro de mi pecho albergaba una creciente esperanza de nuestro joven idilio, en realidad, no quería que se extinguiera tan fácil ni que fuera tan simple de olvidar, y es que, tan sólo un momento de silencio me bastó para poder amarte con cada célula de mi cuerpo; soñaba con que nuestras miradas se encontrasen frente a frente una con la otra y pudiéramos decirnos todo sin tener la necesidad de forzar nuestros labios.

Pero lo único que hice fue verte partir, así, sin palabras, sin alguna caricia en mi apesadumbrado rostro, sólo emprendiste el vuelo y desapareciste en la oscuridad de la noche…
Tenía tantos deseos de verte regresar, de sentirte junto a mí, de respirar el dulce aroma de tu cuerpo. Me quedé por más tiempo en ese lugar, quise al menos poder darte un último beso que daría conclusión a un amorío que quizá sólo existió muy dentro de mi cabeza y mi corazón no quería aceptarlo, anhelaba darte un último abrazo, símbolo del sentimiento eterno dentro de mi pecho.
Te juro que en la delgada línea que existe entre la vida y la muerte, aquel silencio fue tan grande y profundo… De pronto ya no existía nada a mi al rededor y me vi atrapado en otra realidad, no se escuchaba nada más que la melancolía y el eco doloroso de mi llanto, todo había enmudecido de manera sepulcral, excepto el palpitar de dos corazones que se aventuraban al olvido…
Al abrir mis ojos nuevamente, me encontraba cubierto de una inmensurable amargura, pero en la lejanía observaba una brillante luz que poco a poco se extinguía… Eras tú, amor mío, alejándote con mi corazón completamente enamorado… Fue tan grande tu silencio… Fuiste mi amada en la soledad y ahora lo serás en la incertidumbre de tu regreso…