MIS SALUDOS

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Es triste enterarse al paso del tiempo de lo mucho que sufren los hombres al no poder controlar sus adicciones, y es triste porque el recuerdo de los viejos amigos uno quisiera que siempre fuera el mismo, pero no es así cuando los excesos los disminuyen y su historia se nubla.

Mi amigo Javier ha sufrido mucho, el alcohol y tal vez algunas otras sustancias modernas lo han convertido en un ermitaño citadino, de esos que sólo encuentran abrigo en cantinas con poca luz o en cabinas temporales que le permiten enfrentar los demonios que le acechan cotidianamente.

Dicen que origen es destino, eso dicen y desde que era chico, (bueno pequeño siempre ha sido), tuvo que cargar con culpas ajenas al aceptar irse atrás de la cooperativa escolar con Arturo, un compañerito de finos modos y de nariz respingada.

El «bullying» ya existía en aquellos años de la infancia de Villegas, pero en su tierna inocencia pensaba injustos los señalamientos que le hacían sus camaradas, ya que él sólo le había dado a Arturo lo que quería, pero sin necesidad de devolver los favores recibidos.

Desde esa tarde de sexto de primaria fue abrigando un rencor social que sólo desaparecía cuando tenía la oportunidad, (sin miradas de por medio), de abrazar a su amigo íntimo.

A los trece años de edad se tomó su primera cerveza, ese sabor amargo le endulzaba la existencia, pues con los vapores etílicos desaparecían como por arte de magia las frustraciones albergadas en su corazón y bajo los pantalones.

Después no paró, siguió bebiendo cada vez mas y al igual que en la película «El Secreto de la Montaña», casó y tuvo hijos. Pero, para su madre no pasó desapercibido el enorme embrollo que fue poco a poco degenerando en una lamentable regresión continua.

Prófugo del gis y el pizarrón, pretendió seguir enseñando dando cátedra con micrófono y pluma, buscaba en la popularidad el olvido de su frustrante adolescencia.

Y seguía bebiendo, poco a poco fue perdiendo la vergüenza, dicen que para festejar sus cumpleaños acostumbraba pedir dinero a los parroquianos, algunos le daban, otros le sacaban la vuelta y como era de esperarse fracasó como aprendiz de proxeneta.

Por correo electrónico me comentó Arturo, con quien Javier se sigue viendo a escondidas, que le preocupan y mucho sus nuevas amistades, ya que constantemente lo dejan tirado en horas de la madrugada afuera del condominio de la Colonia Juárez y que él tiene que reanimarlo para que pueda llegar a casa con su esposa e hijos.

Pero eso fue hace tiempo, ahora ya está internado en calidad de desahucio en el Hospital de la Raza del IMSS con un cuadro grave de cirrosis hepática, no recibe visitas, pero si pueden enviar donativos al hospital para su curación, solo deben de mencionar la cama, 1704 ‘D’ a nombre de Javier Villegas Merde, viejo amigo, compañero de la primaria allá en Acapulco, Guerrero.

Su esposa ya sabe de sus debilidades, pero la más preocupada debe de ser su señora madre, vayan desde aquí MIS SALUDOS.

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