AMLO en 2006

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Pueblo atávico el nuestro, la eterna búsqueda del líder providencial que nos conduzca a la tierra prometida de la democracia y el desarrollo, parececondenarnos a frustraciones y desencantos cíclicos que hasta hoy no parecentener fin.

Repetimos, pues, el mito griego de Sísifo, el reyde Corinto cuyo castigo a sus mezquindades fue la perpetua tarea de rodarcuesta arriba una pesada roca que invariablemente habrá de precipitarse al barranco,obligándolo a comenzar de nuevo.

Tras la derrota del PRI en 2000 y el ascenso deVICENTE FOX, la opinión pública no hubo de esperar demasiado para descubrir queel “héroe de la alternancia” era mejor candidato que Presidente.

Peor aún, que ya sentado en la silla seguiría aperpetuidad comportándose como aspirante sin ejercer el cargo de Presidente, invocandoel sueño de un cambio que en términos formales ya había ocurrido y ante el cuálse mostraba incapaz de pasar a la acción directa.

La prensa mexicana de los años 2001 y 2002 puedecitarse como testigo de esa interminable espera por resultados que cansinamentese habrán de postergar mes con mes.

Ello mientras VICENTE FOX no para de hablar y de viajar,dentro y fuera del país, exactamente como lo haría un candidato, un prospecto, alguienque sólo tuviera el deseo pero no el poder.

En su primer informe del 2001, la entoncespresidenta de la mesa legislativa BEATRIZ PAREDES se ve obligada a parar enseco el discurso de FOX para reconvenirlo.

Le recordará entonces con un gesto de severidad quesu principal interlocutor era el Congreso ante el cuál comparecía y no eltelevidente al que compulsivamente buscaba dirigirse con las frases dulces delmarketing, como si fuera todavía candidato.

La tragedia de VICENTE fue, en efecto, la de unpuñado de ideales que jamás aterrizaron, oportunidades perdidas quesacrificaron de nuevo la esperanza ciudadana y nos fueron llevando, paso apasito, al espejo negro de nuestra frustración ancestral.

La tan mexicana sensación de naufragio rondaba denuevo por campos y ciudades, ante un cambio de dientes para afuera, carente decontenido, pródigo en pronunciamientos felices pero sin propósitos generales nimetas específicas.

Y ello ocurría mientras en el terreno de laizquierda tomaba forma un relevo generacional de primer orden.

Desde la elección del 2000 donde CUAUHTEMOCCÁRDENAS había alcanzado su mínimo histórico, se pensaba que difícilmente habríauna cuarta oportunidad, considerando la caída a plomo de sus resultados de 1988a 1994 y 2000.

Y también porque el entrante jefe de gobierno capitalino,ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR, no ocultó desde un principio sus intenciones deconvertirse en el nuevo sol para el 2006.

Recuerdo una imagen de ANDRES MANUEL saludando consincera calidez a MARTHA SAHAGUN el día que FOX toma posesión. La amabilidadduraría muy poco para convertirse en rivalidad encarnizada.

El sueño presidencial de MARTHA será la pesadillade muchos, incluyendo aspirantes del mismo PAN y adversarios como AMLO.

Peor que sueño, de dicha elucubración sombría nacenlas órdenes terminantes fraguadas en horas de alcoba para crucificar a LOPEZOBRADOR, empleando como pretexto cierto error técnico en la adquisición de uninmueble para una ampliación vial.

El carácter injusto de la artimaña y su proverbialtorpeza táctica provocarán el efecto contrario.

La solidaridad de la gente con ANDRES MANUEL frenalos planes de FOX (o, para ser exactos, de MARTHA) y catapulta al aspiranteperredista a niveles que se llegaron a interpretar como inalcanzables.

La posterior derrota del tabasqueño en 2006 sólofue posible mediante la implementación de un aparato brutal de linchamientomediático cuyo costo aún nos falta por conocer.

Pero el 2006 fue de AMLO absolutamente, porque ensus manos estuvo el ánimo colectivo de su tiempo, el del rechazo enérgico alfiasco foxista, al cambio verboso sin hechos tangibles y la exigencia de transformacionesverdaderas.

 

lopezarriaga21@prodigy.net.mx

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