CUMPLE AÑOS

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             Llegué a Matamoros en 1968, a mis 12 años de edad no podía distinguir la diferencia entre vivir en Acapulco Guerrero y ésta ciudad fronteriza, pero el clima extremoso de la región, a los poco meses me hizo extrañar sobremanera las apacibles aguas de la bahía que lame la Costera Miguel Alemán.

             Conservo a los amigos de esa época, convivimos sin nostalgia por la lejana niñez, recorremos los mismos lugares de entonces, con pocos cambios en la fisonomía, pero con muchos, muchos más autos.

             La calle Morelos, donde nació el negocio de mi padre era de doble sentido, hoy que veo el tamaño de algunos tramos, no sé ni cómo circulaban los coches.

             Ahí en lo que hoy es el estacionamiento del Casino Matamorense, se erigía imponente el Hotel Villa Española, viva imagen de las construcciones típicas, esas que a los visitantes de paso, les hacía pensar que estaban ante una escenografía de película de vaqueros.

             La Casa Cross ya existía, y así se le conocía, pero era un muladar lleno de hierba, que hoy  al paso de los años, nos hace reconocer la visión de los hombres buenos y sensibles de esta tierra a los que poca memoria se les tiene, pues no hay homenajes ni reconocimiento justo para los de buena voluntad.

             Uno de ellos Don Filemón Garza,  fue quien adquirió La Casa Cross en 1982 para devolverle la dignidad que hoy tiene. !Cómo no hubo otro visionario que salvara el Hotel adonde llegaban los camiones foráneos¡

                De Catedral a misa de 11 y de ahí a El Pasaje, la cafetería de siempre, la de la imagen pueblerina con sus puertas de vaivén con cristal añejado. Y más tarde al Cine Encanto, antes de que se volviera el cine cachondo en que terminó sus días, sucumbiendo tal vez a la vergüenza.

                En mis recuerdos de niño cercano a la pubertad, está la imagen de ciudadanos armados, eran hombres de respeto y se dedicaban al comercio, ilegal, pero comercio al fin.

               Por chismes nos enterábamos de algunos enfrentamientos, por lo general hombre a hombre, pero también de emboscadas «Brecheras», palabra que no existía en mi diccionario, pues los caminos de caliche los conocía como rurales.

              Muchas palabras nuevas aprendí al paso del tiempo en esta tierra de gente buena, destaca desde luego el Pacón, pues -relamiéndome los labios-, no había probado jamás las palomitas de maíz con tanta mantequilla y con tan rico sabor como en las funciones de cine de entonces.

               Mucho tengo que agradecerle a Matamoros; aquí vi a mis padres entregarse al trabajo y los vi felices multiplicando las opciones y ganándose el respeto. Aquí conocí a la Madre de mis hijos y fundé mi familia. Aquí me dieron la oportunidad del servicio público y lo hice con respeto y agradecimiento a la ciudad que me abrió sus brazos.

               Desde El Alto del Burro se ven mejor las cosas, con «Dimes» y «Quarters»» en la bolsa izquierda del pantalón y con monedas de peso y dos pesos en la bolsa derecha, -morralla binacional que nos da identidad-, vemos los juegos pirotécnicos en el cielo despejado y fresco de mi hermosa Matamoros, que hoy, CUMPLE  AÑOS.

 

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