Cierta leyenda urbana dice que cuando ERNESTO ZEDILLO aterrizó en Los Pinos pidiendo a la élite de los negocios tiempo y paciencia para estabilizar el barco tras el crimen de COLOSIO y la hecatombe salinista, los dueños del dinero, nacionales y extranjeros, le dieron su aval pero con una condición a cambio. Soltar el poder al concluir su mandato.
Verdad o mentira pero, tras 70 años ininterrumpidos, el cambio ocurrió puntualmente el primero de diciembre del 2000, con un proceso eleccionario hacia el cuál ZEDILLO mantuvo prudente distancia y cuyos resultados anunció la noche misma de los comicios, felicitando al ganador, el candidato panista VICENTE FOX QUESADA.
El régimen que cerraba siete décadas de PRI tuvo así un final exitoso y un cambio de mandos “de terciopelo”, no sólo por abrir las puertas a la alternancia sino también porque sus cuentas nacionales hoy nos resultan envidiables si consideramos lo que ocurrió después, en los malogrados sexenios de FOX y CALDERÓN.
Efectivamente, los índices benévolos de endeudamiento, inflación, crecimiento y empleo, así como la baja tasa de criminalidad son hoy parte del “México que se nos fue” con la docena panista.
ZEDILLO concluyó el proceso de reforma económica de su antecesor, añadiendo de su parte las privatizaciones de ferrocarriles, puertos y aeropuertos y ahondando en la reforma política, a grado tal que el PRD se agenció en la elección mediera (1997) el gobierno del Distrito Federal con CUAUHTEMOC CÁRDENAS al frente.
Pero, sobre todo, terminó bien, tuvo un final sin sobresaltos económicos ni agenda política fincada en la nota roja.
El 2000 de ZEDILLO se situó en las antípodas de aquel tenebroso 1994 que envenenó al país empezando con un levantamiento armado para incluirdos magnicidios (COLOSIO y RUIZ MASSIEU) y finalizar con un crack financiero, el error de diciembre.
Seis años después, en ese último aliento de la era tricolorya resultaba común leer y escuchar acerca de gobernadores panistas y perredistas, la oposición de izquierda controlaba la capital, el subcomandante MARCOS había dejado de ser la amenaza armada de antaño para convertirse en mero atractivo turístico y la vida económica se deslizaba por un ánimo calmo .
Había ocasión, pues, coyuntura y circunstancia para que la competencia presidencial de ese año diera cabida nuevamente a la esperanza.
Y la esperanza tenía tres letras: FOX, el gobernador guanajuatense que (como luego lo haría PEÑA NIETO) convertiría su cargo de mando regional en una plataforma de despegue hacia Los Pinos.
El fin de fiesta zedillista transcurría entre un ánimo relajado que no habían vivido los mexicanos desde el cierre de LOPEZ MATEOS.
Se recordará que la tragedia del 68 amargó el final del diazordazato y sucesivas crisis devaluatorias empañaron los años postreros de ECHEVERRÍA, LOPEZ PORTILLO, DE LA MADRID y SALINAS.
Con ZEDILLO, en cambio, transcurre la vuelta desiglo y de milenio sin magnicidios ni quiebras que lamentar, mientras un opositor de derecha con más carisma que inteligencia, encuentra el ánimo fértil para volver a sembrar expectativas de cambio.
Atrás quedaban aquellos años electorales acosados por el voto del miedo (1994) y la indignada nostalgia hacia el Edén perdido (1988).
Esa relativa tranquilidad en todos los órdenes hacía posible que la elección del 2000 se diese el lujo de permitirse algunos ribetes de comedia, cierto aire fársico que encontraba en FOX a su mejor exponente.
Durante su campaña el hombre viaja en motocicleta, monta a caballo, patea monigotes del PRI envueltos en llamas y ridiculiza llamando “mariquita” al candidato oficial PANCHO LABASTIDA.
Un ánimo de gracejada que hubiera sido imposible 6o 12 años atrás, incompatible con las tonalidades oscuras de 1988 y 1994.
El país pudo soñar con el cambio nuevamente, volvera creer, a forjarse expectativas en torno a la figura que mejor representaba al espíritu de la época, la imagen quijotesca y contrahecha de VICENTE FOX.
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