Carlos Ramírez
INDICADOR POLÍTICO
En una crónica escrita en 1969 para narrar el primer concierto del grupo The Doors en México, Carlos Monsiváis acuñó una frase sociológica que exhibió la realidad de la dependencia cultural de México respecto de los EE. UU.:
“Los juniors (mexicanos que asistían al concierto) eran la primera generación de norteamericanos puros nacidos en México que aprenden gramática inglesa en academias y el acento intachable en cursos de verano o viajes de compras”.
Donald Trump hizo otro milagro: provocó el realineamiento de politólogos mexicanos especializados en los EE. UU. hacia el enfoque de Washington, porque ahora resulta que Joe Biden es el bueno de la película y el presidente derrotado es el malo.
De Monsiváis 1969 se da un salto histórico al México presalinista de 1988 con la participación de Héctor Aguilar Camín en la revisión histórica del conflicto histórico México-EE. UU. para olvidar agravios –¿qué significa haber sido arrebatado de la mitad de su territorio y de una guerra asimétrica injusta y abusiva en 1847?– y llegar a la conclusión de que el modelo de integración salinista vía el Tratado de 1993 tendría que pasar por el acto orwelliano de redactar la historia corrigiendo los hechos para poner otros y borrar la memoria.
En 1988 Aguilar Camín fue el pivote de Salinas de Gortari en la Comisión sobre el Futuro de las Relaciones México-Estados Unidos que concluyó, en preparación ideológica, que México tenía que reescribir su historia para convertir al imperio en su aliado interdependiente y corregir los libros de texto y olvidar el robo del territorio y mirar hacia otro lado para no recordar las decenas de invasiones estadunidenses y todo lo que determinó el enfoque nacionalista mexicano. El documento final dinamizado por Aguilar Camín, El desafío de la interdependencia: México-Estados Unidos (Fondo de Cultura Económica, 1988), fue el principio de una nueva era que al final de cuentas sería la continuación de la misma historia de explotación de siempre porque la historia no se reescribe sino se oculta.
En este contexto hay que leer el último texto de Jorge G. Castañeda, de comunista a pro-Biden, en The New York Times, en donde el título fija el primer acercamiento a la primera generación de politólogos estadunidenses nacidos, de manera monsivaisiana, en México: Biden puede inspirar a Latinoamérica, olvidando el papel de Biden y de Obama en 2009-2016 como gobernantes imperiales, represores de la libertad de prensa (como acaba de recordar Margaret Sullivan en The Washington Post) y trogloditas aprobando asesinatos en el exterior contra figuras incómodas al imperialismo.
Y también ver el antitrumpismo de Héctor Aguilar Camín en la lógica de la Comisión de 1988 que sirvió de borrador histórico para que Salinas de Gortari subordinará a México a los intereses comerciales de la Casa Blanca, la generosidad de León Krauze con el imperialismo tan caro al nacionalismo mexicano en la figura del abuelito Biden, los textos elusivos de Lorenzo Meyer que hasta se olvidó de su tesis de “nacionalismo defensivo” y otros tantos mexicanólogos que redescubrieron que los EE. UU. son ¡una democracia! Que el cavernícola de Trump quería destruir para dañar el futuro del planeta Tierra.
El texto de Castañeda se inscribe con precisión en el reclamo de Isaac Deutscher al caracterizar el tránsito del hereje comunista que en un destello de toma de conciencia se percata que el comunismo es una falacia al renegado que descubre que el comunismo al que sirvió con toda su alma “es un monstruo que hay que estrangular”.
Escribió Castañeda, el excomunista: “Biden inspira a América Latina porque defiende los valores que Estados Unidos debiera representar (¿neta? La R.): los derechos humanos, la democracia, la lucha contra la corrupción, la voluntad de mitigar el cambio cismático”. Oh, cielos. Además, agrega, “es un presidente fundacional que pretende reconstruir el Estado de bienestar estadunidense”, seguro que Castañeda está pensando que ese Estado de bienestar se llama de manera sencilla Wall Street, el modelo a salvar para el cual fueron electos Barack Obama y Joe Biden en 2008 y al cual revalidaron a costa de olvidarse de las promesas demagógicas de ayudar a pobres, a migrantes, a afroamericanos, en una de las más graves crisis de expectativas que haya padecido presidente alguno.
Biden ha revelado, en suma, a los estadunidenses nacidos en México.
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Política para dummies: La política es el arte de poner la direccional a la izquierda y dar vuelta a la derecha.
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