DE CULTURA Y MÁS…
Por Alejandro Capistrán
«Daba gusto mirar aquella larga fila de hombres cruzando el llano grande otra vez, como en los tiempos buenos. Como al principio, cuando nos habíamos levantado de la tierra como huizapoles maduros aventados por el viento, para llenar de terror todos los alrededores del llano. Hubo un tiempo que así fue. Y ahora parecía volver.
De allí nos encaminamos hacia San Pedro. Le prendimos fuego y luego la emprendimos rumbo al petacal. Era la época en que el maíz ya estaba por pizcarse y las milpas se veían secas y dobladas por los ventarrones que soplan por este tiempo sobre el llano. Así que se veía muy bonito ve caminar el fuego en los potreros; ver hecho una pura brasa casi todo el llano en la quemazón
aquella, con el humo ondulando por arriba; aquel humo oloroso a carrizo y a miel, porque la lumbre había llegado también a los cañaverales. Y de entre el humo íbamos saliendo nosotros, como espantajos, con la cara tiznada, arreando ganado de aquí y de allá para juntarlo en algún lugar y quitarle el pellejo. Ese era ahora nuestro negocio: los cueros de ganado».
Pues bien, hay momentos, palabras u objetos que quedan guardados en nuestra memoria desde la infancia; en mi caso, fue un pequeño libro con un título muy peculiar por cierta indiferencia a la lectura, sin embargo, más tarde que temprano me dispuse a leerlo y lo releí ahora que soy mayor y aunque muy poco conozco de literatura y más aún siendo literatura mexicana, puedo decir
osadamente que en muy pocas ocasiones puede toparse uno con un cuentista cuyas obras puedan alcanzar esa totalidad literaria como lo puede ser el trabajo del escritor prolífico Juan Rulfo.
En este texto breve pero maravilloso de «El llano en llamas» podemos percatarnos que es una pequeña gran obra maestra que queda para siempre en la consciencia de sus lectores.
No obstante, podemos darnos cuenta en la mayoría de sus letras, que el maestro Rulfo, no fue un escritor improvisado, su arte narrativo es trabajado y muy pensado, quiero decir, que incluso el narrador de sus obras puede ser un personaje más de la mente imaginativa del escritor.
Algo simple pero contundente, se pueden leer sus letras en tan sólo un par de días, aunque eso sólo pueda significar dar un primer paso dentro de un territorio inexplorado, y es que hasta la fecha, no he leído a nadie más con el mismo estilo de Rulfo, que incluso, puede ser capaz de jugar con la memoria de quienes crecieron o viven en el campo. El aroma a tierra seca y mojada, el sonido de
las milpas al contacto con el ósculo del viento y el convivir diario con una fauna particular.
Nos han dado la tierra, Es que somos muy pobres, Macario, El llano en llamas, !Diles que no me maten! No oyes ladrar los perros, Talpa y Anacleto Morones son algunos de los cuentos más destacados de Juan Rulfo.
«No merezco morir así, coronel. Déjeme que al menos, el señor me perdone. ¡No me mates! !Diles que no me maten!
Estaba allí, como si lo hubieran golpeado, sacudiendo su sombrero contra la tierra. Gritando.
En seguida la voz de allá adentro dijo:
-Amarrenlo y denle algo de beber hasta que se emborrache para que no le duelan los tiros».