A Lucy no le gusta el huevo, en los primeros años de su existencia consumió la dotación total de ese alimento básico en la dieta del mexicano, que le tocaba ingerir en su vida, una vida que espero sea muy prolongada y dichosa. En la guardería a la que asistía con regularidad desde que tenía un año, le sirvieron como almuerzo ese platillo, un día si y el otro también.
Muy pequeña le perdió el gusto a los blanquillos. El rechazo a esa comida era general y contundente, sin importar la forma en que se los prepararan, sin ver la combinación que le ofrecían, sin excepción por cantidades, mezclas o ingredientes adicionales, y sin distinguir la identidad del cocinero.
La indisposición por ese guiso que invariablemente le servían en el desayuno, en la estancia infantil donde la cuidaban mientras sus padres trabajábamos, me permitió construir una rutina que me acercó mucho a mi “luciérnaga” y que disfrute enormidades durante un buen tiempo.
“Cómprame unos taquitos” me decía Lucy con esa voz tenue que aprendió a modular desde muy pequeñita, con esa vocecita apenas audible que te obligaba a prestarle atención y voltear a verla, para ser atrapado con su mirada a la que resultaba (y aun resulta) casi imposible responder con una negativa.
Los trucos propios de su género siempre le resultaron y de esta forma es que diariamente me encaminaba con mi hija hasta el sitio donde nos preparaban una orden de tacos de barbacoa, uno o dos para mi muchachilla, y el resto para su padre, que por pura lastima (como dicen las madres abnegadas) ayudaba a finiquitar ese compromiso con los sagrados alimentos.
La constancia y la fidelidad con el changarro donde se preparaban esos ricos tacos de barbacoa, me permitieron brindar y recibir un trato de familiaridad con el propietario de ese incipiente negocio del ramo gastronómico. En su momento me dio mucho gusto enterarme que esa taquería era de cierta manera heredera de la tradición gastronómica de la taquería “Los Ases”, propiedad esta ultima de la familia de mi muy querido amigo Jesús Mauricio Cerón Castro, condiscípulo de la universidad fallecido recientemente.
La taquería que a mi hija le gustaba frecuentar cuando tenía 3 años, era un modesto puesto de lamina y una pequeña hielera, donde atendía con diligencia un joven que llegó a Reynosa años atrás para laborar en los negocios de la familia Cerón, y que tras varios años de aprender el oficio, iniciaba la aventura de establecerse por su propia cuenta.
El tiempo pasó, mi hija creció, cambió de escuela, nos mudamos a otro rumbo de la ciudad, se modificaron las rutinas y los horarios de mi hija y los míos. Así como el tiempo ha sido generoso con mi chamaca, que hoy es una linda muchachita que ronda los quince años, así ha sido el tiempo y la vida de generosa con aquel modesto joven que con mucho trabajo y esfuerzo ha construido una empresa gastronómica líder en la preparación y venta de barbacoa de res y de carnero.
El rustico “puesto” de lamina establecido sobre la banqueta, ha evolucionado a un cómodo, funcional y agradable recinto, al que sin reservas puede llamársele restaurante.
Recientemente tuve la oportunidad de saludar a su dueño: acompañado de mi hija le recordé que esa niña afirmaba con satisfacción que ella se consideraba una de las primeras clientas, que con su colaboración y fidelidad había contribuido a edificar el comedor y a consolidar una empresa que hoy es líder en su género.
Al propietario, que a pesar de su éxito y de su crecimiento en capacidad económica no ha dejado de ser un hombre sencillo y amable, ni ha dejado de ejercer con orgullo y dignidad el oficio de taquero, le expresé que me dio mucho gusto atestiguar su éxito, ver la evolución de su negocio, presenciar la cosecha generosa que ha levantado, luego de haber tenido el privilegio de observar la siembra.
La “Taquería Jiménez”, ubicada en la colonia “Las Cumbres” de Reynosa, es un negocio que ha crecido y evolucionado gracias al muy intenso trabajo que por varios años ha invertido su propietario.
No es el objetivo de estas notas invadir el ramo publicitario. Lo que me parece muy interesante compartir con ustedes es la historia de un éxito empresarial, los detalles de una historia para conseguir la prosperidad sustentada en el trabajo, y no en otros factores como los que lamentablemente se han vuelto modelos aceptables para alcanzar el éxito y obtener riqueza.
Concluyo con una recomendación para que acuda a la taquería Jiménez a disfrutar unos tacos de barbacoa y un delicioso consomé de carnero, y ya de pasadita a alegrarse por el éxito de un reynosense por adopción, que triunfó en esta tierra que sigue siendo generosa, a pesar de tantos pesares.