Escila y Caribdis

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De Cultura y más…
Por Alejandro Capistrán

                                        

Hace unos días leí un artículo de mitos y leyendas en una revista de ciencia y cultura que llamó mi atención sobremanera, y es que el simple hecho de ser un tema acerca de la mitología griega, deja que nuestros sentidos se agudicen y que nuestra mente viaje a la antigüedad por medio de la invaluable imaginación del ser humano.

El mito de Escila y Caribdis, el azote de todos los marinos, como se titula el artículo, nace en el estrecho de mesina o Stretto di Messina, que es un canal que une las costas de Sicilia e Italia el mediterráneo. El extremo más angosto mide sólo tres kilómetros y es la ruta más corta para llegar a la isla Italiana. No obstante, gracias a que en él se mezclan las aguas del mar Tirreno con las del Jónico, las corrientes de cada uno chocan entre sí produciendo remolinos y esto lo convierte en una zona difícil para los marinos.
Escila y Caribdis, dos de los monstruos marinos más terribles conocidos y que presuntamente habitaban en cada extremo de éste paso, atacando a todo aquel que se atrevía a cruzarlo y el esquivar a una de estas bestias, significaba ser presa de la otra.
Una de las principales fuentes donde se menciona la “existencia” de éstas bestias es en “La Odisea”, del escritor griego, Homero. En esta historia, Escila y Caribdis son parte de la serie de peligros que el protagonista y sus hombres deben enfrentar para poder regresar a su hogar en Ítaca, después de haber sido partícipes en la Guerra de Troya. Cuenta que la hechicera Circe, habitante de la isla de Eea y amante del infortunado Odiseo, le recomienda que para cruzar el estrecho se aleje lo más que pueda de Caribdis, el remolino. Ésta era un monstruo femenino nacida de la unión de Gea, la tierra y Poseidón, dios de los siete mares, y vivía oculta entre las rocas, justo frente a los acantilados ocupados por su vecina Escila, otro engendro a quien se le representaba con torso y rostro de mujer y de cuyo abdomen emergían seis feroces perros.
Y siguiendo la recomendación de Circe, Odiseo y su tripulación se alejaron del remolino Caribdis, la cual podía engullir de un bocado el agua de mar junto con peces, barcos y cualquier cosa que flotara, matándolos a todos. Sin embargo, el futuro que le esperaba con Escila tampoco era muy prometedor que digamos: “Pasábamos el estrecho llorando, pues por un lado se encontraba Escila y al otro la divina Caribdis, que sorbía de horrible manera la salobre agua de mar. Al vomitarla dejaba oír un sordo murmullo, revolviéndose toda como una caldera… Mientras contemplábamos a Caribdis, temerosos de la muerte, Escila me arrebató de la cóncava embarcación seis compañeros, los cuales eran llevados a las rocas y ahí, en la entrada de la cueva, Escila los devoraba mientras gritaban y me tendían los brazos en aquella terrible lucha”, relata la narración de Odiseo.
No obstante, además de Homero, otros autores consiguieron retomar el mito de éstas bestias refiriéndose al origen de ambas criaturas. Tal fue el caso de las “Metamorfosis”, del poeta Ovidio. La temible Caribdis, por ejemplo, quien tres veces por día tragaba enormes volúmenes de agua del océano y todo lo que hubiese en sus cercanías, y las regurgitaba la misma cantidad de ocasiones, fue en principio una ninfa marina que inundó la tierra para extender el reino de Poseidón y como castigo, Zeus la transformó en un monstruo que suele representarse como un remolino.
Otras diferentes versiones relatan que su cambio fue la sanción por su gran voracidad, obligándola a partir de entonces a que se alimentara y vomitara cada día, con lo cual hacía perder a los marinos el control de las embarcaciones.
Y una de las formas con las que se le representa a la sanguinaria Escila, es una mujer con cola de pescado y canes que emergen de su torso o un monstruo con 12 pies, seis largos cuellos y el mismo número de cabezas, con una hilera triple de dientes. De acuerdo con Ovidio, Escila fue una hermosa ninfa hija de Forcis y Hécate, que para evitar a sus pretendientes, se ocultó en el mar; sin embargo, su escondite no era tan seguro, y es que ahí fue vista por el dios marino Glauco , quien quedó perdidamente enamorado de ella y para hacer que la amara, pidió a la hechicera Circe un brebaje sin saber que la misma maga lo quería a él e impulsada por los celos que sentía, Circe le dio a Glauco una poción que debía vaciar en el lago donde la desdeñosa Escila se bañaba. En cuanto la dulce ninfa tocó el agua, de inmediato se transformó en una horrible criatura, lo que hizo que Glauco perdiera completamente el interés por ella. Sin embargo, otra versión cuenta que el enamorado era Poseidón y que fue Anfitrite, su esposa, quien ordenó a Circe que transformara a la joven.
Es increíble la manera en la que éste mito ha llegado a formar parte no sólo de la mitología griega, sino también de la literatura clásica y también del lenguaje popular, pues exactamente no sé en qué tiempo se había comenzado a decir la frase “entre Escila y Caribdis” para describir la circunstancia en la cual se está en medio de dos peligros y alejarse de uno significa acercarse al otro, sin ninguna salida segura…