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Por: Jorge A. Pérez González
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Domingo 26 de octubre del 2025
Aunque parece que queda poco de la Rusia de los años 30´s, desde hace años las autoridades se empeñan en volver a los tiempos de censura que le permitían al gobierno en turno, decidir que es los que es cultura y obviamente que es, lo que no lo es.
Todo comenzó en el 2002, cuando el novelista en ese entonces de moda de la ex URSS, Vladimir Sorokin, tuvo la genial idea de insinuar en su novela titulada “Manteca de cerdo azul”, una relación homosexual entre José Stalin y Nikita Kruschev.
Como ambos protagonistas ya no viven y no pueden defenderse o confirmar la especie difundida en la novela, el parlamento ruso, mediante los buenos oficios de una agrupación denominada “Vamos Juntos”, se dedicaron a perseguir a Sorokin y lo acusaron de ser una mala influencia para la juventud, además de pornógrafo.
Todo esto en manifestaciones públicas, en las que la agrupación se dio el lujo de quemar ejemplares de la novela, pero plagiando partes de la misma para demostrar su dicho, claro utilizando solo aquellas que fuera de contexto pudieran malinterpretarse.
Por esta razón, el novelista inició un juicio por plagio, pero un tribunal moscovita dictaminó que, contrario a lo que planteaba Sorokin, no se habían violado sus derechos de autor.
Sin embargo, esta temeraria acción del escritor, le valió una cita para ser interrogado por la policía, cita a la que acudió, pero se negó a responder el interrogatorio, alegando que el asunto era “absurdo, vicioso y humillante tanto para mí como para la literatura rusa”.
El resultado fue que la Fiscalía lo acusó de “Distribuir pornografía”, cargos de los que se deshizo, con una inteligente defensa, pues alegó que “existe una gran diferencia entre los escritores y los pornógrafos. El objetivo del pornógrafo es ayudar al lector a alcanzar una erección y la tarea del escritor es ofrecerle placer estético”.
Ninguno de los fiscales tuvo argumentos para rebatirlo.
Sin embargo, la preocupación de los intelectuales rusos, fue sin duda, el intento del gobierno por volver a la censura como en los mejores tiempos de la época soviética.
Y esta preocupación parece tener fundamento, cuando el parlamento ruso decidió investigar al ballet Bolshoi, pues su estreno en ese año fue retrasado hasta que la investigación se resolviera, ya que resulta que el autor del libreto era Vladimir Sorokin.
Por ello existió una gran preocupación oficial, al menos así se interpretó cuando Sergei Nevorov, distinguido miembro del partido Rusia Unida, se atrevió a declarar que; “Las obras deben de ser aceptables desde el punto de vista de la moral pública”.
Sorokin, como es su costumbre no se quedó callado y de inmediato contestó que “el estado quiere tener el control de todas las áreas, incluyendo la cultura”, y la portavoz del Bolshoi, Katerina Novikova, aseguró que “no queremos volver a los años 30 cuando las autoridades podían prohibir los espectáculos”.
¿Por qué el recuerdo de este lamentable incidente? bueno pues muy sencillo, fuentes cercanas al poder municipal en Matamoros, me dicen que en el cuarto de guerra y en la mesa de los súper asesores, algo traman.
Al parecer desapareció la cordura y ahora reina la visión troglodita, la intención es demandar a las plumas libres que todavía existen, para ello, comenzarán asustando con demandas a los señalados, después continuarán descalificando la calidad moral de los comunicadores y el riesgo es que lleguen a algún extremo.
Ellos no lo saben, la falta de academia no les permite visualizar políticamente las consecuencias, además, les sobran chismosos que se jactan de sus ocurrencias.
La utilización de “Cuentas Bots” para amedrentar, fue una estrategia de Cabeza de Vaca durante su mandato estatal, lo cual hace pensar que sus operadores ya están trabajando en Matamoros, y eso resulta grave, pero aún con esa colusión, en nuestra ciudad no podrán IMPONER LA CENSURA.
Jorge Alberto Pérez González
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